Aun cuando he abandonado casi por completo el blog y con ello la escritura, me quiero detener un tiempo para cerrar otro periodo. Hay tantas cosas por decir y tantas que debo callar. Entre ellas que, hace tiempo escribir se volvió un olvido, un ejercicio que ya no hago, solo el recuerdo de cuando las palabras se agolpaban en mi cabeza e intentaban salir como un torrente.
Hoy, entre las cosas que he perdido o suspendido, es esa capacidad de volcarme al papel, y sin embargo, estoy aprendiendo a hablar. Ironías de mi vida.
El problema es que aun no sé hablar a tiempo. Esto no es nada nuevo, mi vida esta marcada por la asincronía.
Este 2019 ha sido un año emocionalmente duro, hasta el momento, el mas duro que he vivido. Un año de muchas pérdidas internas, de mucha tristeza. Un año de confusión y desorden, de falta de energía y norte, de lagrimas (muchas), de desesperanza, de errores que me han costado muy caro.
Me está siendo difícil superar este 2019, lo sigue siendo.
Es cierto que los reveses de la vida te llevan, o deberían, a lograr enseñanzas y aprendizajes; el problema es que el aprendizaje es una bestia esquiva que es muy difícil de capturar, ya que se esconde en los rincones mas oscuros y dolorosos de tu interior, hay que ser valiente para mirar ahí. Y aun cuando puedas someterlo, nunca será por completo; con suerte, podremos capturar la sombra de esa bestia.
En ese camino polvoriento y accidentado de aprendizaje me quedan algunas cosas que debo seguir trabajando y que he sujetado con las fuerzas que he podido lograr: hablar, pero no solo eso, sino a hacerlo cuando es el momento adecuado, este año, mis silencios han sido protagonistas y causantes de parte de mi situación; encontrar el valor para enfrentar con decisión aquello que tenga al frente, mi indecisión en algunos temas fue crucial, no puedo estar en la zona gris siempre; hacerle caso a mi corazón y evitar sobre racionalizar las cosas, porque a la larga evitan la toma de decisiones.
También estoy aprendiendo a dejar ir, a soltar, por mas dolor y pena que esto me cause; no soy nadie para interponerme en el crecimiento y felicidad de quienes digo querer; aunque crea que yo pueda ayudarlas a crecer y ser felices. Mirar desde el otro lado, entender que a veces el amor que uno propone no es el que la otra persona necesita, quiere o espera, por mas que uno lo entregue lleno de buena voluntad y con el corazón abierto, y por ello se convierte en una carga que es llevada con dificultad y se vuelve insalvable.
Tanto mas por aprender, por desaprender. Pero prefiero quedarme con unas pocas lecciones tatuadas en el interior que con muchas que no me dejen marca alguna.
Se que el 31 no termina nada, se que el 1 no comienza nada, mas que un nuevo ciclo de almanaque; pero de alguna manera espero que vivir ciclo a ciclo me permita dejar lo que hay que dejar y seguir caminando con la esperanza de que las cosas pueden ir mejor, que el dolor será menos, que la alegría será mayor, que aun se puede; un cierre artificial si, pero un cierre al fin y al cabo.
Quiero dar gracias por el amor que pude entregar, no me arrepiento ni una fracción de segundo por ello, pero mas aun por el recibido en todas sus dimensiones y profundidades, aunque no haya sabido llegar a tiempo al mismo. Me disculpo por mis asincronías.
No tengo sino el compromiso y la promesa firme de ser un buen amigo (el mejor que pueda), cuando así sea requerido por quienes ya no comparten mi camino; siempre tendrán un lugar en mí.
Crezcan, sueñen, encuentren su balance, sean felices, es todo lo que finalmente puedo desearles. Que el amor se multiplique para todos.
Feliz nuevo ciclo queridos amigos.